domingo, 12 de mayo de 2013

El grano

El abuelo tenía un grano que no le dolía. Se ubicaba sobre su mejilla, no recuerdo sí la izquierda o la derecha, sólo la presencia del él sobre su rostro duro.

Nunca tuvimos mucho en común, al menos para el que escribe, más que la línea familiar.

Ahora yo tengo un grano que duele, sobre la mejilla derecha. Me recuerda al abuelo, que no vi preocupado ni sufriendo. Me hace ver el contraste dentro de mi confusión. Me duele cuando lo toco, cuando lo pienso y recuerdo que el suyo no desapareció.

El sentirse mal y caer en el abismo, generalmente no ayuda, aleja a el mundo que no sabe ni desea lidiar con el dolor. No nos gusta el dolor, pero ahí esta, es un grano sobre la mejilla, que a veces se va sin pensar y otras se queda.

Mi grano creció mucho con los años, mi cuerpo era susceptible al desarrollo del mismo. Lo exhibía con un orgullo trágico y casi narciso, los demás lo tenían pero no lo podían ver. Cambie e hice el grano menos evidente, distraía a los demás de él con movimientos de magia. En un momento pensé que ya no estaba ahí, pero no fue verdad, se alimentó de su condición oculta y se fue llenando de muchas cosas.

¿Qué hacer con él? No lo se todavía, la pregunta no es retórica es más sincera que nada.

Puedo ver que lo alimenta, al menos ahora, la melancolía de lo que fue y quise que fuera. Pero aunque sepa de que está  conformado pensar en su extracción o eliminación es un absurdo, siempre quedará un pequeño absceso y habrá quien lo alimente.

Se que estará ahí más veces, pero ya no lo quiero sufrir. Las cosas no son como quiero que sean, cayendo en el lugar común de sufrir, lo bueno es que lo toco y duele, lo veo y duele, si no fuera así estoy muy seguro de que el grano sería yo.