sábado, 6 de junio de 2015

Purificar

Las bolas de nieve me vienen a la cabeza, la idea de su mecánica que almacena cosas con su desplazamiento. La bola de nieve crece, se alimenta de su recorrido. No tiene moral, crece con una fuerza física, natural, no lo hace para bien ni para mal.

Que afortunada es, en la comparación con la mente humana, que crece desde una base emocional, llena de visceras, de entrañas de cadáveres emocionales. Almas gigantes llenas de dolor y rencor, con el vicio del desamor, la negrura de la trampa y el vicio de la caída mecánica.

Ser una bola de nieve, mentalmente, en el alma. Pequeña, nutrida de experiencia y no de dolor y rencor. Mejor de viaje y de recorrido, que busque crecer. Un descenso que nutra y que llene de amor y consuelo, de sabiduría en los poros de la piel, frío de descanso y de vientos nuevos.

Busco un recorrido descendente, que en los giros purifique. Girando con fuerza para desechar lo podrido y crecer con un sentido. 

Necesito rodar y decir, rodar y expulsar, rodar y crecer, bajar para crecer. La caída está en proceso, la construcción de la misma depende de la bola de nieve, depende de mí.

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