sábado, 21 de diciembre de 2013

Lo que no llega

Entre la embriaguez de la mente y del cuerpo se teje mi deseo inconcluso. Dentro del dolor se ha gestado y germina con la incertidumbre. Parece que siempre hay que alcanzar, tal vez no, o el alcanzar es diferente. 

Llegar a la meta para ser felicitado y sentir que el camino recorrido tuvo un propósito, que el andar no fue por si mismo, existió por la meta, por la consecución de un objetivo. Material y maquinal me parece el proceso, una transacción. A partir de la inversión tenemos un resultado, la mecánica de la vida.

Huir sin saber a donde, correr a donde está el miedo, sólo para ver que pasa. Para que me devore o lo devore yo a él, o seamos uno mismo. Caminar sin rumbo mecánico, descubriendo lo que aparece.

Conseguir no basta, es una referencia creada, la meta no es en si misma, termina para que comience algo más. Comprender el girar de la rueda es lo más difícil. ¿Cuando parar? ¿Cómo parar? y ¿Tiene sentido? 

Tal vez no debería, al menos no racional. Es difícil cuando la embriaguez alimenta lo mental, lo racional y le sirve de combustible, un combustible que quema la máquina la hacer arder para bien o para mal.

Quiero los inputs sensoriales y determinarme por ellos, que no alimenten a la maquina, que sean su motor y no viceversa.

Las cosas crecen quieras o no, te alejes o te acerques hay algo más allá que las hace crecer o morir, no como meta sino como camino.

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